miércoles, 9 de abril de 2014

El (cyber) Baúl de los Recuerdos

Qué vergüenza. Vergüenza la que me da andar suspirando por un ex. Que al final no se portó muy bien que digamos. Y al principio tampoco realmente. Solo que esa parte de la historia se me olvida cuando en mi inbox, por equivocación regreso a mis correos de 2007 y me encuentro con mis breves intercambios cyber-epistolares cursis con el ese entonces amor de mi vida.

Cómo una relación que empieza con full amor termina en los dos bloqueándonos del Facebook? En qué momento uno pasa del “no puedo esperar para verte” al “ no te llamé porque mi celular está sin batería”?  A ratos quisiera tener una máquina del tiempo para volver al momento exacto donde las cosas empezaron a fallar.

Autocrítica como soy, en este momento creo que pudo haber sido mi culpa.  Y sí fue mi culpa. Porque como muchas mujeres, he cometido más de una vez el error de pensar que cualquier romance pasajero es el amor de mi vida, y actuando en consonancia, he dado  a la relación más de lo que la relación misma puede aguantar.  Porque una cosa es que uno quiera que alguien sea el amor de su vida, y otra que esa persona lo quiera ser, o pueda serlo.

Nunca he tenido que pedir perdón por ser infiel a nadie (mi signo zodiacal chino es el perro, eso posiblemente tiene algo que ver con esta lealtad crónica), nunca he mentido, (porque al amor de la vida de uno no se le miente y todos fueron el amor de mi vida), y nunca he roto el corazón a nadie.  Mis listas de perdón son de otro estilo, porque con eso de que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, resulta que las mías muchas veces han terminado espantando a la presa y generando el efecto contrario en el Eduardo Capetillo de turno.

Si pudiera hablar con la que fui hace 7 años, me diría que querer a alguien no significa demostrárselo todo el tiempo. Es un hecho que a veces guardar distancias hasta tener bien estudiado el terreno o para simplemente hacerse extrañar tiene sus recompensas, como por ejemplo, que de hecho te extrañen. Me diría que querer a una persona no es excusa para uno dejar de hacer su vida y revolotear como mariposa insistente alrededor del sujeto dejando on hold cualquier plan a la espera de que el susodicho confirme. También me diría que la confianza es algo que se construye con el tiempo, y que el hecho de  ser novia de alguien no es una carta blanca para compartirle todo lo que pensamos, sentimos y nos pasa (“No todo el mundo tu vocación de psicólogo, Lolo”). Y sobre todo, me diría que no es el fin del mundo. Terminar con el susodicho  del e-mail en ese entonces me pareció como el peor golpe a mi corazón. Me diría que disfrute mientras pueda de  esos sufrimientos románticos leves, porque a medida de que uno crece hasta los break-ups son más complicados y dolorosos. Me diría que las cosas tienen solución, y que le conteste el teléfono cuando dos meses después me llame en una noche de borrachera. Y me diría que le perdone. (O al menos tenga un último “remember” con el personaje, por eso de quedarse con un buen recuerdo).  Porque independientemente de quien tuvo la culpa en el final de la relación, nadie que ha formado parte de nuestra historia personal debería desaparecer de nuestras vidas por cosas insignificantes. Me diría que un día, siete años más tarde, quizás encuentre sus correos, y tenga unas ganas locas de preguntarle cómo está, y que cuando no pueda hacerlo, probablemente me ponga un poquitito triste.


sábado, 29 de marzo de 2014

Haciendo el Cross-Over.




Haciendo el cross over



No, no me refiero al cross over que hizo Ricky Martin en el 2000 cantando Livin’ La Vida Loca en spanglish. Aunque posiblemente el giro que quiero dar me ayude a hacer exactamente eso.


Alguna vez se han puesto a pensar por qué la sociedad nos obliga a decidir lo que haremos el resto de nuestras vidas cuando apenas tenemos 18 años? No hemos vivido nada, nunca hemos salido de nuestras casas, y las nociones que tenemos de lo que involucra una profesión están basadas en meras percepciones de lo que vemos en nuestros mayores y de lo que vemos en la televisión. Como yo, que decidí que quería ser abogada después de ver a Tom Cruise destruir en el banquillo de los acusados a Jack Nicholson en “A Few Good Men”. Bueno, no tanto así, pero en realidad escogí mi carrera con el inocente objetivo de ayudar a otros a librarse de los que cometían injusticias. Suena lindo, pero creo que si uno va a escoger la actividad que va a realizar los siguientes treinta años, el bienestar de otras personas es lo último que tenemos que tener en cuenta. La elección no puede ser basada en otra cosa que en lo que nos haga absolutamente felices, lo que potencie nuestro talento, lo que nos ayude a ser lo que queremos ser y no lo que nuestros padres esperan que seamos.

Al borde de  cumplir 32, he aceptado un incómodo sentimiento que me viene carcomiendo desde hace un tiempo: ya no me apasiona lo que hago. Será porque he podido ver el backstage de la profesión que uno no ve en las aulas, y he constatado la falta de solidaridad del gremio y las injusticias y actos de corrupción que a veces se comenten; o posiblemente porque cuando uno es adulto y la vida empieza a regalar problemas gratis lo último que uno quiere es hacerse de más problemas que encima son ajenos. Cuando uno llega al tercer piso, lo único que quiere es ser feliz.

 Por suerte no soy la única desertora: Hace un par de días conversé con un ex compañero de la universidad quien a mi edad había pasado por la misma crisis, que terminó en él retirándose del ejercicio y dedicándose a un campo que no tenía nada que ver con lo que había estudiado pero sí tenía todo que ver con su personalidad y con quien él es. Y ahora es absolutamente feliz. Esa conversación casual posiblemente me termine salvando la vida, porque por primera vez desde que aparecieron mis dudas vocacionales, creo que sí  puedo cambiar de camino, y que en lugar de morirme en el intento, puedo llegar a conocer a esa mejor versión de mi misma que ha estado de vacaciones durante ya algún tiempo.  

No es fácil tomar la decisión de bajarse de un barco en el que uno va una década subido, muchos incluso dirán que es una irresponsabilidad y hasta un gasto de dinero a estas alturas del partido emprender un nuevo rumbo. Pero si lo piensan bien, cambiar de rumbo profesional en la vida adulta es una decisión mucho más sensata que aquella que uno toma estando al final de su adolescencia, cuando nuestras únicas preocupaciones son las fiestas y los chicos. A los 30 uno tiene un acumulado de experiencias de diferentes tipos,  pero sobre todo, tenemos una noción de quién en realidad somos.  Sabemos lo que nos mueve, lo que nos apasiona, cómo queremos que nos traten y con qué tipo de gente nos gusta estar. Además, estamos aún lo suficientemente jóvenes como para sobrellevar el esfuerzo que supone empezar algo que no conocemos, y aprender lo que haga falta para perfeccionarlo.

Finalmente, estamos hablando de nuestra felicidad, y eso no puede ser tratado a la ligera. Es injusto que algunos nos hagan pensar que ser profesionales o responsables es sinónimo de infelicidad o de frustración (el mismo argumento perverso bajo el cual muchos se quedan estancados en matrimonios infelices). Uno tiene que empezar siendo responsable con uno mismo, y eso implica asegurarnos que tengamos el máximo nivel de bienestar económico, emocional y psicológico. Nos debemos a nosotros mismo explotar al máximo los talentos naturales con los que nacimos, nos debemos llegar al lecho de muerte sin arrepentimientos, con la felicidad de saber que hicimos todo lo que sabíamos que podíamos hacer.
Empezar de cero da miedo, pero el solo hecho de tener dudas creo que es suficiente excusa para empezar a explorar. Hay que atreverse a la felicidad, aunque eso nos cueste algunos ceños fruncidos en los almuerzos familiares. Mientras la salud y la mente nos lo permitan, elegir un nuevo rumbo es solo una forma de continuar viviendo, y no solo sobreviviendo.


(Psssst.... si necesitan un empujoncito extra: antes de arriesgarse a la inestabilidad económica del cine, Harrison Ford era carpintero. Se imaginan si Han Solo hubiera preferido hacer repisas? Acá les dejo otros ejemplos más de personas que nunca hubiéramos conocido si no se hubieran atrevido al cross over laboral> http://www.huffingtonpost.com/2013/06/24/never-late-change-careers_n_3460618.html.)

viernes, 28 de febrero de 2014

Passion is the Key to Success: A Lesson in Maturity



This way please.
I’ve been thinking a lot about passion lately. I keep coming across job descriptions that say things like “must have a passion for brand marketing” or “must be a passionate, team player”. Everyone seems to think that it is the key to success! So what is passion? Passion is an intense emotion compelling, enthusiasm or desire for something (Thanks Wikipedia!). This simple definition is quite positive; everyone should want to have intense compelling enthusiasm and emotion for something in life! Some say it’s impossible to start a business or grow professionally and personally without it and everyone loves to quote the cliché “love what you do and you’ll never work a day in your life”. There are even passion heroes! People whose passion is infectious and inspiring, whose passions changed the world we live in. People like Steve Jobs, Barack Obama, Sir Richard Branson, Al Gore, Nelson Mandela, Martin Luther King Jr., Abraham Lincoln, even Prophet Mohammed and Jesus fall in this category. They were all passionate about what they believed in and made sure everyone knew about their passion. Passion is different than talent in that not everyone can have talent but pretty much every human being has the ability to feel passion—an intense emotion compelling, enthusiasm or desire for something. So this would mean that anyone who is passionate enough can be successful right? Just like Steve Jobs.

Passion has definitely been a present driver in my life; my father set the perfect example for me growing up. His job required him to be on-call 24/7 and even when he worked 16-18 hour days that started with a phone call at 2:30am, he would come home with a giant smile on his face ready to tell stories of his heroics at work to anyone who would listen. His energy and happiness was infectious and throughout my 20’s I looked for that one thing that would give me that amazing high. I’m lucky enough to say that I found it! (Whew!) I’m passionate about what I do and I get do it everyday. I’ve also been lucky to have worked with a team of young professionals also full of passion and ready to blindly ride into the sunset of triumph with me: a very Jobs-esque scene.

So, with all this passion, I’m probably writing to you from my lake-view corner office in a very tall downtown building right? Wrong. In reality, the group of young professionals (myself included) were not the decision-makers, we were not the ones steering the boat as is the case for most professionals. Suddenly, our great passion became an external liability—it became increasingly hard to not show frustration or disapproval when decisions which we didn’t agree with were made. It showed in our faces and demeanour, some of us were even brave enough to openly disagree and because we were so passionate, we talked about it to death: in our free time, during lunch time, weekends, and parties, everywhere. You see, what no one likes to admit is that passion can also get in you into trouble; after all, it is an intense emotion and humans tend to have a hard time dealing with those. Passion is an intense emotion that draws you towards something you desire, so what happens when what you desire is, for lack of better terms, “not doing so well”? As an intense emotion, suddenly your passion can morph into a burden, an unwelcome frustration or a sensitive element in your life, even a weakness. Michelle Obama describes passion similar to how people view love: “At some level when you put your heart out there, there’s a level of passion that you feel and it’s a risk that you take”[1]. The risk is disappointment, because no matter how much heart and soul you put into your work, it can fail or you move on and get another job, or no one likes what you have to say. You may find yourself criticized for being “too invested” and “too emotional” and identified as a sort of troublemaker for the team you work with, always trying to go against the grain. And like a broken heart, you may have to pick up the pieces and find a way to revive your passion and re-live that high you once knew.

So why does everyone put so much value on passion? It seems it is clearly a necessary ingredient for success.  In his 2005 Stanford commencement speech, Steve Jobs explains:

Young Steve Jobs
“[After being fired as CEO of Apple in 1985,] I was a very public failure, and I even thought about running away from the [Silicon] valley. But something slowly began to dawn on me — I still loved what I did. The turn of events at Apple had not changed that one bit. I had been rejected, but I was still in love. And so I decided to start over.

I didn't see it then, but it turned out that getting fired from Apple was the best thing that could have ever happened to me. The heaviness of being successful was replaced by the lightness of being a beginner again, less sure about everything. It freed me to enter one of the most creative periods of my life.”[2]

You know the story after that, he became Steve Jobs! Jobs was 30 years old when he was fired, then he spent the next 10 years fully driven by the same passion he had for one of his great “failures” before changing the world with the iPod, Pixar, etc. When he founded Apple, Steve’s passion was externalized. It had to be because he was trying to convince people that his ideas were worth listening to. His passion had to be expressed in such a way that he was credible. It was easier to believe that this quirky young guy that didn’t shower and spoke intensely and determinedly was going to change the world with his idea than to believe some 60 year old suit. He acted on his passions and was then criticized by the board of directors for being “too invested” and “too emotional” and was let go.


Steve Jobs holding an iPod.
This is not the type of person that I remember when I think of Steve Jobs. Later on, Steve still had to convince people his ideas were worth listening to but now he did it in a completely different manner. When he came on stage during an Apple Event he was the definition of chill. He spoke calmly and confidently, he expressed his wonder and satisfaction for whatever new gadget or feature he was introducing making it incredibly intriguing and convincing to watch. You could see that he no longer allowed his passion to be blinders and understood what the whole picture was. Steve Jobs learned to use his passion as an internal driving force and expressed it differently. What resulted was spill over into everything else he did, you just wanted to get in line and buy anything he sold you. He still loved what he did but by using it as an internal driving force, rather than externalizing it and creating a liability, he also inspired and drove everyone else to love what he loved. He became a leader.

Similar to love, passion is something that requires maturity. You have to learn to express it appropriately in order for it (and you) to grow. It’s a conscious effort as any change is.  As for me, I no longer work with the group of young professionals, and I no longer work where I grew to love what I do. I had to learn to not be so outspoken, to not put my heart on my sleeve, and not be blinded by my passion. I’m learning everyday to make passion my internal driving force. It’s spilling over into other areas of my life and changing my definition of success. And what about work you may ask? What work? I love everything do. :)

miércoles, 26 de febrero de 2014

Disney Princess 2.0


"(...) pues entonces ya no quiero ser princesa, padre!" - Jazmine, Alladin . 




A estas alturas al señor Walt Disney  ya se le deben haber chamuscado sus póstumas orejas por tanta quejadera de las treintañeras de hoy,  que se han dado por culparlo a él de todos sus desatinos amorosos. Que la metáfora de la Bella Durmiente nos enseñó a no ser proactivas en la búsqueda del amor, que Belle nos metió en la cabeza que con cariño y paciencia  (muuuuucha paciencia) toda bestia se hace príncipe; que Jazmín nos dió el mal consejo de rechazar al pretendiente acomodado y tranquilo por seguir al delincuente juvenil sin oficio que sin embargo tiene una vida emocionante; que la Sirenita es la versión infantil de "sin tetas no hay paraíso", y así.
Seguramente harto de no poder descansar en paz, el señor Disney se les habrá aparecido a los creativos de su empresa como Mufasa a Simba en una nube, y les habrá dicho que arreglen el desperfecto, no sea que las jovencitas del 2035 le endosen también la culpa de que en este mundo ya no hay príncipes, cuando todos sabemos que los responsables de la ausencia de monarquías en el nuestro tiempo no es él, sino los próceres esos de la Revolución Francesa. 
El susto de ver al difunto Disney aparecido seguramente surtió efecto. En 2012, Disney Pixar rompió el molde de la princesa modosa, tímida, bien peinada y bien vestida con Mérida, una princesa despeinada y atolondrada que salva solita a su reino con su arco y flecha y sin la ayuda de ningún príncipe. (Aunque luego los Estudios Disney fueron criticados cuando en la ceremonia de coronación Mérida apareció peinada de peluquería, con un vestido de diseñador ceñidísimo y un escote no necesariamente apto para todo público, que nada tenía que ver con la tomboy desaliñada de la película Brave). Este año, otro intento por darle un giro al estereotipo de la princesa lo dieron con Frozen, en donde no hay una sino dos heroínas reales que salvan a su pueblo de una maldición de hielo. Lo interesante, es que la princesa Ana  de hecho conoce al Príncipe al principio de la película, y como muchas,  está convencida de que es su verdadero amor. Pero a lo largo de la película se da cuenta de que enamorarse de alguien que uno conoce en una fiesta es simplemente de locos :   

   "(...) espera, me estás diciendo que te comprometiste con alguien que conociste ayer?! Qué tus padres nunca te dijeron que hay que cuidarse de los extraños?!",  le pregunta indignado Kristoff, un plebeyo comerciante quien le ayuda a salvar a su hermana y que termina siendo el match de Ana.  Cuándo nuestra generación se benefició de semejante sabiduría en una caricatura? Jamás! 


Y sobre el acto de verdadero amor, ingrediente imprescindible en toda película de Disney? Los propios actos nobles de Ana son suficientes para romper el hechizo. Así que niñas, no necesitan de un príncipe para cumplir su misión en la vida. La mejor lección que pueden recibir es que es posible ser independiente, aunque el que creían que era su verdadero amor les traicione, y su mejor es nada esté perdido en una tormenta de nieve. 

Por lo menos de mi parte, el señor Disney queda perdonado. Luego de ver Frozen,  tengo esperanzas de que las niñas de hoy no van a crecer con los estereotipos absurdos que muchas de nosotras adoptamos como modelos de lo que debe ser el amor, y que sin querer, hemos replicado en nuestra vida adulta, con las consecuencias del caso. Y queda perdonado también, porque la película nos enseña que hasta la más convencida del amor a primera vista puede cambiar y elegir bien, aun después de que haber sido traicionada por el que creía que era su príncipe azul. Y con eso, me reivindico y me perdono yo también. 

 Sobre el hecho de que a mis 30 sigo viendo películas de Disney, conversamos en otra ocasión. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Si se rompe, no lo arregles: desactívalo

Hace no mucho, escribí un post sobre el doble estándard de los usuarios pasivos de Facebook. Esos que de jactan de nunca subir nada a Facebook pero se saben al derecho y al revés la vida de todos sus contactos, esos.

El Fb hace mucho no es lo que era. Dejó de ser un espacio para intercambio de información y para estar en contacto con tus amigos, y se volvió el chismógrafo del colegio. Y todo el mundo poniendo todas las restricciones imaginables: para que no me stalkee el ex, para que extraños no me encuentren en la red, para que solo los cercanos vean mis fotos, para que solo pocos puedan ver los posts de política y el resto no se sienta spammeado, para limitar mi perfil a ese colega que realmente nunca quise aceptar pero por diplomacia y tranquilidad laboral lo hice, o como mi amiga Gabi, que permite el acceso a su wall a una treintena de personas que, a su criterio,no somos gentuza chismosa. Así,  la lista de filtros va desde el pariente cercano al conocido, con un nivel de acceso e interacción distintas. 

Como ven, estas restricciones no son para evitar que extraños husmeen en nuestra vida privada, el problema que alguna vez todos tuvimos en Hi5. Es para evitar que un gran número de personas, muy mal colocados en la categoría de amigos, usen nuestras fotos y posts como objeto de molestia, reproche o burla.  Lo malo es que justo después de que una pasa tres horas poniendo filtros de seguridad, Facebook cambia los ajustes y gracias, de nuevo al cyberdesnudo. 
Las horas que he pasado ajustando la visibilidad de mi perfil...incontables. Porque me rehúso a dejar de subir mis fotos, me rehúso a dejar de comentar y me rehúso a dejar de subir artículos que me parecen interesantes. Y como muchos prefieren sufrir x la cantidad o el contenido de los posts ajenos en vez de usar el "hide", "unfollow" o "unfriend", uno debe autocensurarse por el propio bien. 
Porque la cantidad de conclusiones que se pueden sacar de un post son infinitas: si le gusta la política, es quejumbrosa; si postea frases religiosas es curuchupa, y si escribe frases a favor del matrimonio igualitario es una hereje que se quemará en el infierno. Historias verdaderas: hace poco fui víctima de lo que puedo definir solo como un verdadero linchamiento mediático familiar por parte de mis primos religiosos por un post de apoyo al matrimonio homosexual. Luego, la vez que alguien asumió que estaba deprimida por subir un post de psicología. O los que me han definido como "feminista" por apoyar el aborto y criticar la violencia contra la mujer. O la vez que un pariente cercano asumió que no le quería por no poner like en los 500 comments diarios que hacía. O cuando mi hermana asume que no hice algo que debía por estar en facebook ("te veo posteando toda la mañana") cuando realmente estaba en una reunión, una fila de banco o conferencia aburrida y no podía hacer nada más. 
Creo q estoy cansada de filtrar lo que pienso. Estoy cansada de chequear dos veces cada vez que quiero subir un post, para asegurarme que sea visible al grupo adecuado. Estoy cansada de llamar "amigos" a esos 850 individuos de quienes nunca supe nada cuando tuve un problema o me sentí sola. Y más cansada estoy de preocuparme por no importunarlos cada vez que subo algo, como si a ellos les importara un pepino como me siento yo. 
Todas estas observaciones llevaron a una conclusión: el Facebook y yo ya no nos llevamos bien. Y cuando algo se rompe, no lo arregles. Desactívalo. Así que, por primera vez en 7 años decidí salir provisionalmente. Desintoxicarme, escribir mis ideas y no desperdiciarlas en el status de alguien más. No quiero perder tiempo en restricciones o bloqueos. Ni quiero ser carne de cañón de los chismosos o desocupados. Seguro volveré, pero por el momento necesito el silencio del anonimato. Necesito ser yo, y no quienquiera que supuestamente soy cuando posteo algo. Ah, y de paso, quité el whatsapp de mi teléfono (razón: el típico  te veo online y no contestas) . 




sábado, 25 de enero de 2014

My two cents on Facebook

Hoy, durante un almuerzo de amigos, escuché el siguiente comentario: "viste la foto de Fulanita en Facebook? Qué verguenza salir asi?! Yo nunca subiría algo así a Facebook!" Y así continuaba horrorizada la indigana cybernauta. 
El polémico Facebook. Todos lo usan, todos niegan usarlo. Los más sinvergüenzas dicen que "lo odian" pero se saben al derecho y al revés todo lo que pasa con sus contactos. O como mi mamá, que se jacta de "no caer en eso del Facebook, que es tan horrible" pero me ruega que le enseñe cuantas fotos salen en mi cuenta de recién nacidos, novios, segundas nupcias, etc. Misma cosa. 
Facebook es una plaza pública virtual, finalmente, donde cada uno dice, sube y "likea" lo que le parezca. Porque el usuario está en la libertad de hacerlo, esa es la maravilla. Por eso siempre me ha parecido fuera de lugar que haya personas a quienes les moleste estas características típicas del FB y aun asi insistan en usarlo. Como alguien que va a una discoteca y se queja del ruido y del consumo de alcohol, pero está en el bar sin falta todos los días, despotricando igual de todo lo que al bar le hace bar. Absurdo. 
Mucho se ha dicho sobre los límites en la publicación, el número de fotos que uno debería subir, el tipo de status que uno debe tener, qué cosas likear o qué comentar. Me parece ridículo querer poner límites o establecer moldes a una herramienta que es lo que es por la libertad que tienen los usuarios de compartir información de todo tipo, desde fotos de pasteles hasta el texto de la más reciente sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos. 
Más ridículo aún es reprochar o reclamar a los usuarios que sí emplean Facebook para lo que es: subir de todo. 
Dejando de lado cuestiones evidentemente reprochables como el bullying, la pornografia o la explotación infantil virtual, prácticamente todo es publicable por Facebook. 
Los usuarios pasivos del Facebook, esos que se jactan de "nunca subir nada en Facebook", "es lo peor subir fotos/cambiar status/ postear noticias/", "yo casi nunca entro", son justamente los que más lo usan para enterarse de lo que hace el resto y tener material   de crítica, reproche, indignación o burla en su siguiente evento social. Basta escuchar sus conversaciones, llenas de fun facts de lo que fulanita o menganito posteó, pero no debía haber posteado, o si lo posteaba no lo hubiera hecho así, o el "like" que sutanito le puso en la foto de la ex que le ocasionó incidente con la nueva novia,etc. Se burlan de las fotos ajenas, destrozan a la que le cae mal (porqué aceptan un friend request de alguien que les cae mal en primer lugar, pregunto yo), o simplemente se comen cemento de absolutamente todo lo que alguien postea. Algunos, con memoria de elefante (y evidentemente mucho tiempo libre) se atreven a pedir explicaciones de los posts a sus autores cuando se los encuentran en alguna reunión, dos meses después de la publicación.   
No digo que yo nunca haya virado los ojos, soltado una carcajada o sentido indignación con ciertas publicaciones de Facebook, pero con el tiempo (y años de ejercer como defensora de la libertad de expresión), he aprendido a valorar que existan espacios como ése, donde uno puede decir y hacer pretty much lo que sea. Eso es valiosísimo.
Como algunos sospecharán, este manifiesto evidencia que soy una usuaria muy activa de Facebook: amo subir fotos: de mi bebé, de atardeceres, del increíble outfit que me armé o de los zapatos que me llegaron por correos;  amo compartir artículos interesantes sobre Derechos Humanos, maternidad, o cualquier irreverencia que encuentre en el Washington Post, y obviamente, si me siento de humor, cambiaré mi status con una frase smartass típica de mí, o alguna cita del libro que esté en mi cabecera en ese momento. En mi camino como usuaria activa de Facebook, me he encontrado con muchos  usuarios pasivos que se molestan por el hecho de que yo postee con frecuencia,  y en base a ese solo hecho- la cantidad de posts- sacan toda clase de conclusiones sobre la vida de uno, cuando seguramente no se molestan por leer ni uno de esos posts que tanto les estorba en su wall (A propósito, muchos se harían un favor a sí mismos leyendo alguno de los posts sobre política, relaciones internacionales y psicología que suelo subir; sería material más interesante para una sobremesa que el selfie de menganita o el profile pic de sutanito, cuyas vidas se saben de memoria) . 
Y sobre todo, es de tontos indignarse por los posts ajenos en Facebook, porque existe la opción "hide"!! Y la de "unfollow", y para casos críticos, el "unfriend"! Úsenlo! Porque en la oferta de publicaciones uno tiene la opción de decidir qué vé y que no, y si usted decidió entrar, vaguear y ver en Facebook, ni se queje ni critique. Uno en Facebook ve lo que quiere ver, y si algo le molesta no es culpa del autor, quien está ejerciendo correctamente su derecho de libertad de expresión, la culpa suya por no saber filtrar y por ser incoherente. Porque se necesita ser incoherente para persistir en ver algo que le causa indignación o molestia.  Y es incoherente usar Facebook para espiar, chismear y criticar, y a la vez quejarse de quienes le proveen de material. Es absurdo usar Facebook y quejarse de quienes postean, porque si todos le hiciéramos caso y dejáramos de postear, Facebook probablemente desaparecería, y a usted le tocaría buscarse un tema interesante de conversación con sus amigas, o leer, ponerse a trabajar en la oficina como se supone debería hacer en lugar de estar en el chisme, o, Dios no quiera, volver a Hi5. 
Así que dejemos la hipocresía: un usuario pasivo es tan obsesionado con el Facebook que el usuario activo, la diferencia entre unos y otros es quizás, la honestidad. 

jueves, 23 de enero de 2014

Note to self:

Este segmento rescata las mejores frases sacadas del group chat, generalmente producidas en el marco del postmortem de una relación:
1. Es mejor ser canalla que cobarde
2. Ya me sacó la Taylor Swift de mi interior.