miércoles, 26 de febrero de 2014

Disney Princess 2.0


"(...) pues entonces ya no quiero ser princesa, padre!" - Jazmine, Alladin . 




A estas alturas al señor Walt Disney  ya se le deben haber chamuscado sus póstumas orejas por tanta quejadera de las treintañeras de hoy,  que se han dado por culparlo a él de todos sus desatinos amorosos. Que la metáfora de la Bella Durmiente nos enseñó a no ser proactivas en la búsqueda del amor, que Belle nos metió en la cabeza que con cariño y paciencia  (muuuuucha paciencia) toda bestia se hace príncipe; que Jazmín nos dió el mal consejo de rechazar al pretendiente acomodado y tranquilo por seguir al delincuente juvenil sin oficio que sin embargo tiene una vida emocionante; que la Sirenita es la versión infantil de "sin tetas no hay paraíso", y así.
Seguramente harto de no poder descansar en paz, el señor Disney se les habrá aparecido a los creativos de su empresa como Mufasa a Simba en una nube, y les habrá dicho que arreglen el desperfecto, no sea que las jovencitas del 2035 le endosen también la culpa de que en este mundo ya no hay príncipes, cuando todos sabemos que los responsables de la ausencia de monarquías en el nuestro tiempo no es él, sino los próceres esos de la Revolución Francesa. 
El susto de ver al difunto Disney aparecido seguramente surtió efecto. En 2012, Disney Pixar rompió el molde de la princesa modosa, tímida, bien peinada y bien vestida con Mérida, una princesa despeinada y atolondrada que salva solita a su reino con su arco y flecha y sin la ayuda de ningún príncipe. (Aunque luego los Estudios Disney fueron criticados cuando en la ceremonia de coronación Mérida apareció peinada de peluquería, con un vestido de diseñador ceñidísimo y un escote no necesariamente apto para todo público, que nada tenía que ver con la tomboy desaliñada de la película Brave). Este año, otro intento por darle un giro al estereotipo de la princesa lo dieron con Frozen, en donde no hay una sino dos heroínas reales que salvan a su pueblo de una maldición de hielo. Lo interesante, es que la princesa Ana  de hecho conoce al Príncipe al principio de la película, y como muchas,  está convencida de que es su verdadero amor. Pero a lo largo de la película se da cuenta de que enamorarse de alguien que uno conoce en una fiesta es simplemente de locos :   

   "(...) espera, me estás diciendo que te comprometiste con alguien que conociste ayer?! Qué tus padres nunca te dijeron que hay que cuidarse de los extraños?!",  le pregunta indignado Kristoff, un plebeyo comerciante quien le ayuda a salvar a su hermana y que termina siendo el match de Ana.  Cuándo nuestra generación se benefició de semejante sabiduría en una caricatura? Jamás! 


Y sobre el acto de verdadero amor, ingrediente imprescindible en toda película de Disney? Los propios actos nobles de Ana son suficientes para romper el hechizo. Así que niñas, no necesitan de un príncipe para cumplir su misión en la vida. La mejor lección que pueden recibir es que es posible ser independiente, aunque el que creían que era su verdadero amor les traicione, y su mejor es nada esté perdido en una tormenta de nieve. 

Por lo menos de mi parte, el señor Disney queda perdonado. Luego de ver Frozen,  tengo esperanzas de que las niñas de hoy no van a crecer con los estereotipos absurdos que muchas de nosotras adoptamos como modelos de lo que debe ser el amor, y que sin querer, hemos replicado en nuestra vida adulta, con las consecuencias del caso. Y queda perdonado también, porque la película nos enseña que hasta la más convencida del amor a primera vista puede cambiar y elegir bien, aun después de que haber sido traicionada por el que creía que era su príncipe azul. Y con eso, me reivindico y me perdono yo también. 

 Sobre el hecho de que a mis 30 sigo viendo películas de Disney, conversamos en otra ocasión. 

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